si lo que quieres es vivir 100 años...

Si lo que quieres es vivir cien años no pruebes los licores del placer.
Si eres alérgico a los desengaños olvídate de esa mujer.
Compra una máscara antigás,manténte dentro de la ley.
Si lo que quieres es vivir cien años haz músculos de cinco a seis.
Y ponte gomina que no te despeine el vientecillo de la libertad.
Funda un hogar en el que nunca reine más rey que la seguridad.
Evita el humo de los puros,reduce la velocidad.
Si lo que quieres es vivir cien años vacúnate contra el azar.
Deja pasar la tentación dile a esa chica que no llame másy si protesta el corazón en la farmacia puedes preguntar:
¿Tiene pastillas para no soñar?
Si quieres ser Matusalén vigila tu colesterol si tu película es vivir cien años,no lo hagas nunca sin condón.
Es peligroso que tu piel desnuda roce otra piel sin esterilizar,que no se infiltre el virus de la duda en tu cama matrimonial.
Y si en tus noches falta sal,para eso está el televisor.
Si lo que quieres es cumplir cien años no vivas como vivo yo.

miércoles, 7 de abril de 2010

Las mejores historias de amor del cine


El Lado Obscuro del corazón(1992)
Director: Eliseo Subiela´

Oliverio es un poeta, y vive la vida bohemía, sin más preocupación que comer y encontrar a la mujer "que sepa volar"...así pues vagabundea entre Argentina y Uruguay de bar en bar... mientras el personaje de la muerte lo atormenta. un día en un burdel, conoce a Anna, una prostituta, e inmediatamente se enamora perdidamente de ella, le hace encontrar el lado del corazón que tenía perdido. Ésta película además nos deleita mezclando entre sus diálogos poemas de Mario Benedetti, Oliverio Girondo y Juan Gelmán, el primero además actúa en una escena. Una gran historia de amor, de autodescubrimiento, que habla de la verdadera entrega de los cuerpos cuándo se rinden al sentimiento. y deja de lado los prejuicios, y las preconcepciones sociales o culturales que se tienen de ciertos grupos.

No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo. ¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
Oliverio Girondo